El peligro de rezar por tu “crush”
¿Alguna vez te has preguntado qué es lo mejor que podías hacer o decir cerca de tu crush? Esta es una historia sobre dos jóvenes que estaban enamorados uno del otro. Entre malentendidos y errores, decidieron rezar juntos y por el otro. ¡Y rezar hizo toda la diferencia!
Nos conocimos en un invierno gris y helado de Michigan. Él era un esbelto chico de campo con pecas en su nariz y muy chistoso. Ambos teníamos 14 años, pero él era unos meses más grande que yo (y apenitas más bajito). ¡Él usaba una gorra roja, bajo techo! Y me prestó su gorra. Pensé “tal vez podamos ser amigos”, aunque vivíamos muy lejos. El siguiente verano, nos vimos nuevamente.
Esta vez, algo era diferente. ¡Él era alto! Cuando me saludó, su voz era grave y fuerte. Lo mejor de todo, es que arriba de su rubia cabellera, ¿qué estaba vistiendo? ¡La gorra roja!
Nuestros grupos juveniles de secundaria fueron a una conferencia regional juntos. Al final de la conferencia, un sacerdote invitó a que diera un paso adelante quien estuviera abierto a la vida consagrada. La idea de una vida consagrada era atemorizante, pero di un paso adelante y quedé a los pies del altar.
¡El niño de la gorra roja estaba ahí, parado a mi lado! Junto a otros cientos de estudiantes, el sacerdote nos instó a discernir. “Déjenme advertirles, ¡esta es una oración peligrosa! ¡Si la rezan, el Señor responderá! ¿Están listos? Digan ‘Espíritu Santo, guíame para hacer tu voluntad’”
Ese día la recé.
Durante la secundaria, sin embargo, cada vez que rezaba por el Chico de la Gorra Roja, se levantaba un invisible campo de fuerza. No era una voz audible. Era más como una orden interna en mi corazón, que decía “aléjate”. Esa voz interior venía atañida con mucha paz, aunque no era lo que quería escuchar. ¡Asique continuaba rezando por él!
Pero luego un amigo mutuo me trajo las noticias.
El Chico de la Gorra Roja iba a entrar al seminario. En el primer año de secundaria, ¡él estaba discerniendo el sacerdocio! La idea de una vida sin él me rompía el corazón.
Adelantémonos unos años. Por gracia de Dios, mi corazón sanó. El Señor me condujo a David: un hombre virtuoso, atractivo, increíble y lleno de fe. ¡Discernir el matrimonio con David fue el mejor tiempo de mi vida!
¿Pero qué hay del Chico de la Gorra Roja?
Bueno, resulta que el Chico de la Gorra Roja se había preocupado por mí también, desde el día en que nos conocimos. Cuando estaba comprometida con David, nuestros sentimientos pasados salieron a la luz. Puedes adivinar que fue algo impactante para ambos.
A través de la oración, era claro que el Señor nos había estado guiando por caminos diferentes todo este tiempo. Estaba emocionada por casarme con David, y el Chico de la Gorra Roja encontró un enorme gozo en su llamado a la vida consagrada. Fuimos capaces de tomar decisiones difíciles libremente desde un lugar de paz y alegría, a pesar de la confusión por el modo en que el Señor nos guiaba.
¡He aquí lo más asombroso! Luego de casarme y de que él fuera ordenado sacerdote, me enteré de que él rezaba por mí, incluso durante el seminario. Esta era su oración:
Señor, bendice a Amanda. Mantenla a salvo. Protégela de quien quiera usarla o lastimarla en modo alguno. Lleva a su vida al hombre correcto. Un hombre que la ame y la valore, un hombre que la lleve a Ti. Un hombre que sea mejor que yo.
¡Qué oración! Ese es un signo de Dios, en mi opinión: desear verdaderamente lo mejor para el otro, sea cual sea el resultado.
Por lo que, si ansiamos que las cosas salgan como nosotros creemos que es lo mejor, entonces la oración se vuelve peligrosa. Pero, ¿y si estamos abiertos a la creatividad de Dios en nuestro viaje? Podremos estar seguros que rezar por alguien a quien nos importa no sólo será lo mejor para él o ella, sino que también será lo mejor para nosotros.
¿Rezarás conmigo hoy?
Espíritu Santo, guíame para hacer tu voluntad