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“No eres tú… soy yo”

“No eres tú… soy yo”.

Estas son las famosas “últimas palabras” de tantas relaciones. Bueno, eso es lo que deseo poder decirle a cada una de las mujeres con que estuve.

A lo que me refiero, queridas hermanas en Cristo, es que ustedes no son el problema. No eres tú. No es tu cuerpo. Era yo y el estado de mi corazón y los apegos de mi corazón que me llevaron a la lujuria.

El despertar de la pornografía

Tenía tan sólo nueve años cuando fui expuesto a la pornografía por primera vez. Fue durante un show de televisión después de la cena y no era lo que hoy puede ser considerado como pornografía, pero en ese entonces, era pornografía para mí, y eso es lo que importaba. Luego de esa vez, tomé muchas decisiones egoístas y comencé a objetivizar a otros de un modo pornográfico.

Esto era meramente una nueva manifestación de intemperancia para mí, y me debilitó en muchos sentidos. De hecho, persecuciones promiscuas gobernaron mi corazón hasta tal punto, que estoy seguro de que podía encontrar la manera de desear (lujuriosamente) a una mujer, ya sea que estuviera vistiendo un traje de baño, como un traje para nieve. Ningún tipo ni estilo de ropa me pudo haber “prevenido” de la lujuria, cuando era la lujuria lo que mi corazón buscaba. Esto era porque la lujuria era interna.

La sanación

Tenía que ser sanado de mi perspectiva del cuerpo. Tenía que reconocerlo como bello y también como templo de Dios; una obra maestra de Su creación, no para ser usada ni objetivizada. Obteniendo un filtro de internet, aprendiendo a “desviar la mirada”, y teniendo un compañero, todo eso me ayudó a controlar mi comportamiento, pero nada transformó realmente mi corazón. Buscaba factores externos porque era más fácil que mirar dentro. Mientras tanto, estaba más fijado por el control del comportamiento que la persecución de la virtud. A menudo, elegía el camino más fácil. Elegía seguir siendo un niño en lugar de convertirme en un hombre.

Hubo todo tipo de toques de fondo, sin embargo, donde tenía que ponerme serio y cooperar con Dios y realmente dejarlo transformar mi corazón. Necesitaba dejarlo entrar para transformar mis deseos.

Visión redimida

Llevó años para que se produjera una visión redimida de la sexualidad. Encontrar mujeres que irradiaban alegría, modestia santa (en comportamiento más que en vestimenta) también fueron de ayuda, puesto que eran recordatorios constantes de porqué quería estar concentrado en mi deseo de honrar a la mujer (y no objetivizarla). También me ayudó a saber que todavía podía influenciar los deseos de mi corazón basándome en los deseos que eligiera alimentar. Comencé practicando el auto-dominio en pequeñas cosas, lo cual me llevó a transformaciones mayores en otras áreas. Fue duro al principio, pero me di cuenta que no era imposible. Caballeros, tengan esperanza. Siempre.

Perdón

Tuve que aprender a perdonarme por mi pasado. Sin eso, esos apegos todavía me habrían controlado. Me hubieran evitado alistarme para avanzar hacia cosas más grandes y buenas con el Señor (y en términos de relaciones con otros).

La realidad de la transformación

Lleva un buen tiempo adiestrar al cerebro de un modo diferente. Como si tuvieras que desaprender un idioma y aprender uno nuevo. Tengo que tener en cuenta lo fácil que sería recaer en viejos patrones. Tanto cuanto me aleje de la intemperancia en otras áreas de mi vida, tanto más me alejo de los pensamientos y persecuciones impuras.Más importantemente, cuanto mejor practique la templanza, tanto mayor autoestima y conciencia de cómo me puedo ofrecer a otros de forma casta y santa. Supongo que es esto lo que el demonio detesta: a un hombre siendo restaurado al cooperar con la gracia de Dios.

Avanzando

Por este motivo, me gustaría volver a mencionar: Señoritas, no eran ustedes, era yo. Y acepto la realidad de mi pasado mientras rezo por un futuro mejor para todas las personas que han sido impactadas por la pornografía de alguna manera. El único camino para que podamos avanzar es haciéndolo con alegría y con una esperanza magnánima de un mejor mañana donde podamos vernos más verdadera y primeramente, y por sobre todo, como hermanos y hermanas amados en Cristo.

Éste es el modo más amoroso en que nos podemos ver mutuamente: no importa cómo se esté vistiendo la otra persona.

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Hudson Byblow is a Catholic speaker, author, and consultant who lives in the Midwest where he has a career in education. He has presented at National and International conferences in the United States and Canada and also presents to clergy, schools, and parishes. Additionally, Hudson serves as a consultant to various Catholic agencies, speakers, and educators. His website is www.hudsonbyblow.com and he can be booked by emailing info@hudsonbyblow.com.

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