La importancia de una afectividad pura
Algunos años atrás, el Dr. Jordan B. Peterson fue el centro de atención, y por lo tanto, muchos conceptos claves relacionados a la sana masculinidad salieron a la luz. Me ayudó a darme cuenta que necesitaba enfocarme en transformar mi propia vida para bien, y si bien aún tengo que seguir creciendo, no he mirado atrás.
Una idea que él trae es que los hombres no deben tratar de ser “agradables”, mas deberían tratar de ser peligrosos, con auto-señorío. Veo esta propuesta de promulgar el auto-dominio como un fundamento para los católicos que intentan crecer en la virtud, lo que incluye tratar de poner en práctica la virtud de la castidad.
Auto-control y contacto físico
El auto-control incluye la temática del contacto físico, y por ende, también las expresiones de intimidad para con otros, incluyendo nuestros intereses románticos. Hoy en día, con las personas deseando contacto (y por lo tanto, deseando contacto sagrado), nos conviene tener conversaciones sobre el grado en que el viaje de una pareja hacia la intimidad sagrada debería incluir un contacto físico sano, santo, por supuesto entregado de modo que refleje auto-dominio y auto-donación amorosa hacia el otro.
Consideración
Las formas de afecto que son propias del matrimonio, claramente, han de esperar hasta el matrimonio. Así mismo, si alguien piensa que algún contacto físico los embarcaría en una descendiente hacia el “demasiado lejos”, entonces hacen bien en evitarlo, así como a la ocasión de pecado; sin embargo, necesitan trabajar en eso internamente, en lugar de huir constantemente de ella.
Un reflejo del miedo al Contacto Físico
Un hombre católico al que conocí me compartió algunos pensamientos provechosos (y desafiantes) al respecto, y espero todos los hombres y mujeres consideren sus palabras, o al menos, recen con ellas.
Él escribió:
“Recientemente leí un comentario en internet de parte de un “hombre” que afirmaba que no debería haber contacto físico alguno sino hasta el matrimonio. Me pareció que eso era patético, tibio, inmaduro y con fundamento en el miedo. Si un hombre le tiene miedo al contacto físico, especialmente de iniciar el contacto físico, entonces todavía no es el hombre que necesita ser, para entrar sanamente en una relación. Lo que es más, si un hombre teme que el contacto afectuoso sea una ocasión de pecado, entonces debemos rezar para que él llegue a ver esto como un tipo de enfermedad espiritual que necesita ser sanada… Entonces, ¿a qué le tendría él miedo? Él le teme a su propio poder, a su salvajismo, y posiblemente a la idea de ser rechazado por sus expresiones, como hasta ahora. Un hombre débil, o un hombre que aún podría seguir abundantemente herido, teme aventurarse en la espesura de volverse vulnerable siendo responsable de sí mismo y de otros de un modo relacional. Sin embargo, la masculinidad, en su estado natural, anhela ese salvajismo, y un hombre que reprime este salvajismo, reprime su verdadera masculinidad… El hecho es que los hombres deberían ser apasionados y deberían ser capaces de experimentar un ardiente deseo de compartir el don, que se regocijan en sus esposas, quizá manifestado al “tomarlas” (con su consentimiento, claro). Aún más, un hombre debería estar cómodo residiendo en esa pasión sagrada y auto-donante mientras se dona a sí mismo en ella, en oposición con tratar de meramente reprimir/enterrar (huir de) esos deseos bajo falsas fachadas de piedad. Esto es, él debería canalizar su pasión, y refinarla con auto-sacrificio por el bien de otros y el bien del Reino. Esta no es una manifestación de un mero control de comportamientos, sino una verdadera manifestación de la práctica de la virtud, y es por medio del esfuerzo para crecer en virtud que el corazón es gradualmente transformado. La virtud, que es acrecentada a través del trabajo duro, es la razón por la que un hombre trata a su mujer con dignidad, no debido a su castrada tibieza que lo mantiene temeroso de la responsabilidad. Como se dijo en la Consagración a San José de Fr. Calloway, el joven San José pudo vivir castamente porque trabajó duro por esa virtud. Fue un sacrificio para él la renuncia de los placeres del sexo debido a su salvajismo y la pasión que todavía había en él. Él no era lo que quedaba de un hombre viejo sin vigor, y nosotros tampoco deberíamos serlo.”
Preguntas para reflexionar
Habiendo dicho eso, ¿cómo sería la manifestación de auto-dominio, la iniciación del contacto físico sagrado, y la preparación para una vida amorosa casta, íntima, apasionada y de auto-sacrificio con tu futura esposa?
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Hudson Byblow es un conferencista católico, autor, y consultor que vive en el Medio Oeste donde tiene una carrera en educación. Se ha presentado en conferencias Nacionales e Internacionales en los Estados Unidos y en Canadá y también para el clero, escuelas y parroquias. Además, Hudson asiste como consultor de varias agencias católicas, conferencistas y educadores. Su página web es www.hudsonbyblow.com y puede ser contactado enviando un mail a info@hudsonbyblow.com