Deja de lado las citas promiscuas
El vacío me envolvía, y costaba respirar. Había terminado… En las profundidades de mi alma sabía que debía dejarlo ir y cerrarle la puerta a quien fue dueño de mi corazón durante casi cuatro años. Había compartido todo con él y cuando hubo terminado, ya no quedaba nada. Me resguardé y el dolor fue tan intenso que el siguiente momento fue una lucha.
Dramático… puede ser. Pero esa fue mi experiencia. Cualquiera que diga que el sexo no es la gran cosa nunca entregó su corazón o han sentido la ruptura tantas veces que la insensibilidad se asentó. Traté de levantar los pedazos de mi vida y funcionar como una profesional recientemente graduada. Sin embargo, el dolor a veces era insoportable. De la tiniebla de esta oscuridad de mi vida emergió un faro de luz. De hecho, siempre estuvo ahí, pero le había cerrado la puerta hace mucho.
Me mudé cerca de una hermosa catedral católica poco antes de la ruptura, y me llamaba. Luego de años de indiferencia hostil hacia la Iglesia y sus enseñanzas, abrí una pequeña parte de mi corazón roto. Comencé a ir a Misa los Domingos, y ahí sentía paz en medio del caos. Pero seguía lidiando con el “¿ahora qué?”. Todavía estaba intentando mantenerme en una pieza cuando había un enorme agujero dentro de mí. Me sentía como una especie de zombie.
Mis amigos y el mundo alrededor de mí clamaban tener la receta de la felicidad. Quería desesperadamente no sentir el dolor y quería creer que podía encontrar el amor. Me sentía como una causa perdida. La historia de mis salidas a bares era más o menos así:
- Tengo que salir. No puedo quedarme en casa y barrer.
- Vestirme y ponerme la máscara de “me estoy divirtiendo”. Todo se trata de pasarla bien. Ocultar el dolor y el vacío.
- Encontrarme con amigos. El lugar es ensordecedor y a veces lo que sucede es directamente desagradable. Tengo que estar con la guardia alta para protegerme a mí y a mis amigos, especialmente de los “usadores” (los muchachos que te miran como si fueras una cosa a ser conseguida y devorada).
- Reírme un rato y luego arrastrarme a casa sintiéndome exhausta, y más vacía que antes de haber ido.
Me estaba dejando controlar por este deseo de ser querida y mostrarme a mí misma y a mi ex que yo estaba bien. Que era fuerte y seguía adelante. Cuando en realidad, era toda una actuación. Entremedio de todo esto, me levantaba justo a tiempo para la Misa de las 12 hs los Domingos, estando a unos escasos metros de la catedral. Intentaba vivir en dos mundos buscando algo que me levantara del plano del dolor y decepción en que se había convertido mi realidad diaria.
Y entonces, sucedió… entré en otra relación buscando llenar el vacío de mi corazón. Todavía iba a Misa, mi compañero cristiano de cuarto oraba por mí, y me mostraba el amor de Dios en toda mi confusión. Al mismo tiempo, seguía el guión del mundo…
- Conocer a un muchacho.
- Salir con él.
- Hemos estado saliendo por una cierta cantidad de tiempo… el siguiente paso es tener sexo.
¡Recórcholis! El nivel de vacío alcanzó un nuevo récord de bajeza. Había ahora sucumbido ante algo que mi alma sabía que no era correcto. Sin embargo, ¿cuál era la alternativa? No había una que pudiera pensar. Un día, mientras paseaba en mi librería favorita, encontré la sección cristiana. Creo que fue un aporte divino. El título era perfecto, “Me despedí de las citas” de Joshua Harris. El libro fue una revelación para mí: sobre el plan de salvación de Dios, el concepto de buscar el plan de Dios para mi vida, y la idea del cortejo (buscar conocer a un muchacho en una relación pura para discernir el matrimonio). ¡Me voló la cabeza! ¿Qué era esto y dónde había estado yo? El Señor estaba trabajando en mi vida y derramando su misericordia en mí. Casi al mismo tiempo, comencé a ir a un seminario de 7 semanas llamado “La Vida en el Espíritu”. Dios estaba hablando fuerte y claro. Él estaba iluminando amablemente el hecho de que el modo en que yo estaba viviendo mi vida, no le rendía honor alguno.
Entonces el don tuvo lugar. ¿Cuál fue el don? El darme cuenta que mi cuerpo era capaz de crear nueva vida. En un momento atemorizante de gracia, creí estar embarazada. Pensé “¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Es esto lo que quería para mi hijo?”. No estaba casada y no sentía que esta relación iba dirigida hacia allí. Me di cuenta de lo egoísta que había sido. Nunca antes había pensado en el niño que podríamos traer al mundo. Siempre se trató de ser yo feliz, yo sintiéndome amada, no había un propósito externo. Quebrantada y desesperada, le abrí mi corazón a mi compañero de cuarto. Le pregunté “¿Cómo podría Dios quererme después de todo el desastre que he causado y del que he hecho de mi vida?”. Me sentía completamente indigna de Su amor. Entonces Dios alcanzó mi corazón con sus palabras. “Enza, no tienes que ser perfecta para acercarte a Dios. Él te ama justo donde estás”. Le entregué mi vida a Cristo ese día. Finalmente, había esperanza de algo más. Comenzó una transformación a través del poder del Espíritu Santo.
Ese fue el disparo de advertencia. Resulta ser que no estaba embarazada, pero sabía que no podía ser la misma de antes. No podía vivir al límite. Decidí que el sexo ya no serían parte de la relación, era demasiado costoso. La relación empezó a decaer. Quería que mi novio entendiera, traté de explicarle que ahora veía las cosas de un modo diferente, que nuestras vidas son mucho más que el “aquí y ahora”. Quería tanto que él creyera que tenemos un destino eterno y el increíble regalo de salvación por medio de Cristo. El Señor continuó cautivando mi corazón, que esa relación no era Su voluntad para mí. En pocas semanas, encontré el valor por gracia de Dios para terminar la relación. Pero esta vez, fue diferente: me sumergí en el Señor. Lo busqué en mi ruptura y hallé paz.
Le pedí al hombre con quien salía perdón por haberle roto el corazón. Fue una notificación alarmante, puesto que había arrebatado de él tanto como él de mí. Luego fui a confesarme y me encontré con Jesús. Él me permitió descargarme del peso de mi pecado y vergüenza. Él me amó en su misericordia y salí de confesarme sabiendo que había sido creada nuevamente. Sabía que tenía dignidad, que tenía valor, y que Dios tenía un plan para mí. Quería gritarlo desde lo alto. Fue como si Dios me hubiera permitido revelar un brillante tesoro que siempre había estado dentro de mí, pero que tantas mentiras lo habían envuelto. Ahora había abierto el cofre y no podía esperar a compartirlo con aquellos, quienes como yo, estaban buscando lo que se encontraba delante de ellos.
“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.” Mt 13, 44
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Enza Cerami is a mother of 2. She has a BA in psychology from Fairleigh Dickinson University and a master’s degree in clinical social work from Columbia University. She has presented the chastity message to youth in NJ for over 10 years. Enza is the founder and executive director for Living Stones Inc. Living Stones is a non-profit dedicated to sharing the message of chastity and the beauty of God’s plan for sex & marriage with youth and young adults.