El diablo quiere que te conformes con menos en tu relación
Además de haber elegido darle a Cristo todo mi corazón y mi vida a los 18 años (después de enamorarme de Él en la Eucaristía), mi mejor decisión fue esperar 28 años por el hombre de mis sueños. Tuve muchas ocasiones para conformarme con un buen católico que me trataba bien y me aburría a muerte, pero yo sabía que nunca querría decirles a mis hijos: “Bueno, tu papá me amaba y parecía bastante simpático, así que me casé con él”. ¡Puf!¡ No, ¡jamás! Sabía que quería decirles a mis hijos: “Esperé pacientemente a un hombre del que estar apasionadamente enamorada, que me llevara a la santidad, que fuera mi mejor amigo y con quien estar ansiosa por casarme”. Cuando llegó Bobby Angel, supe que había encontrado a ese hombre.
Desafortunadamente, hay muchos adultos jóvenes confundidos e indecisos que parecen tener la tentación de conformarse con cualquier persona como cónyuge potencial. Mucha gente tiene citas porque es agradable tener un cuerpo cálido mirándote. Escúchame con atención: hay muchísimas personas piadosas, atractivas y divertidas (Lo sé, porque estoy tratando de hacer de casamentera y ponerlas en contacto). Pero hablando en serio, tú solo estás llamada/o a casarte con una de ellas. No estás llamada/o a ser polígama/o (¡gracias a Dios!). El hecho de que salgas con un católico piadoso y atractivo no significa que él o ella sea la persona correcta para ti. En el pasado, cada vez que yo conocía a un hombre soltero católico, mi cabeza siempre decía: “¿Es este? ¿Es este?”
Era como un hámster loco (como la mayoría de los jóvenes católicos solteros que ven a todos los otros jóvenes católicos como un objetivo para el romance). Seguí racionalizando mis citas con buenos católicos, diciendo: “Bueno, él no me hace reír, pero podría vivir con eso”, o “No me atrae mucho, pero no quiero ser vanidosa, así que podría aceptarlo” o “Realmente no tenemos buenas conversaciones, pero podría ser como una esposa enclaustrada que juró guardar silencio por el resto de mi vida, ¿no?”
Sin embargo, cuando conocí a Bobby, todo encajó. No tuve que racionalizar nada. A decir verdad, todavía nos asombra el hecho de que dos personas puedan encajar tan perfectamente juntas (incluso en nuestras faltas). Estoy segura de que Dios nos ve tropezar en nuestras relaciones, riéndose y pensando: “¡Qué poca fe tienen! ¿Por qué no confían en mí?” Efectivamente, cuando nos conformamos con menos, es porque no confiamos lo suficientemente en Dios. No confiamos en que Dios es un romántico más grande que nosotros, que Dios es el ser más apasionado que existe (de hecho, Él sufrió la pasión por amor a nosotros) y que quiere lo mejor para nuestras vidas. Cuando no confiamos en Dios, cometemos el pecado original de Adán y Eva de nuevo: nos adelantamos a tomar el don del “conocimiento” en lugar de esperar a que Dios nos dé el don que ha tenido para nosotros desde el principio (ver Catecismo de la Iglesia Católica, 396-397). En Llena estos corazones, Christopher West escribió: “Esa es la raíz del orgullo: no confiamos en los designios de Dios, así que elegimos seguir los nuestros”. Recuerda: Dios es el que tiene maravillosos planes para nosotros, “planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11). Es el diablo estúpido el que quiere que nos aferremos a las relaciones y quien nos tienta a conformarnos con lo que simplemente está “bien”.
Para mí, algunos de los hombres y mujeres más valientes son aquellos que acaban con sus relaciones por amor al otro. Se dan cuenta de que la otra persona se merece a alguien mejor, que le hacen al otro perder el tiempo que podría dedicar a la búsqueda de su verdadera vocación (ya sea con otra persona en matrimonio, o incluso, tal vez, una vocación al celibato como sacerdote, monja, hermana, hermano, laico consagrado, o soltero), o que estaría conformándose con una vida llena de exasperación y frustración. Eso es extremadamente difícil. Bobby y yo podemos hablar por experiencia: el rompió un compromiso y yo rompí con un hombre que estaba a un mes de proponerme matrimonio. Al final, ambos nos alegramos mucho de que el Espíritu Santo nos hubiera convencido y que nos hubiera ayudado a tener coraje (una palabra que literalmente significa “actuar desde el corazón”) para hacer lo que era mejor para todos.
Cuando estaba soltera, me decía a mí misma: “Preferiría estar soltera pero alegre que infeliz con alguien”. ¿Por qué? Porque sé que Dios quiere que seamos testigos radiantes de su amor por el mundo. Cuando estaba soltera, era totalmente libre de hacerlo porque tenía la paz y la alegría fundadas en Cristo, quien me satisfacía por completo. Sin embargo, en mis relaciones románticas anteriores, estaba llena de ansiedad, preguntándome si el chico no entendía mi sentido del humor, no le gustaba mi locura, no le gustaba mi amor por la Misa diaria, el rosario o la adoración. Yo cambié por los chicos y no me gustaba quién era estando con ellos. Sabía que el hombre con el que estaba llamada a casarme no me haría sentir prisionera ni atrapada, sino que me daría la libertad para ser auténticamente yo misma, la libertad para ser testigos radiantes del Señor juntos y la libertad para amar a Dios, mi prójimo, y a mí misma de manera más auténtica.
La libertad es muy importante en una relación. No, no aquella filosofía de la libertad de los raperos Wiz Kalifa y Snoop Dogg; su “libertad” les permite emborracharse, fumar marihuana y ser mujeriegos. ¡No! La auténtica libertad nos permite hacer lo correcto. La libertad en una relación tiene como signos la paz y la alegría, pero la falta de libertad en una relación te da esa ansiedad en el estómago, ese sentimiento de “asco”, ese malestar.
Entonces, mi pregunta para ti (si estás en una relación con alguien con quien no estás casada/o) es esta: Tu relación, ¿te ayuda a ser más libre o te hace menos libre? ¿Es vivificante o te está consumiendo la vida?
Aquí hay algunas preguntas que deberías hacerte.
Algunas preguntas son más obvias que otras. A la cabeza de la lista, trataremos de las alertas rojas más obvias, y después, trataremos de señales más sutiles que podrían indicar que en tu relación no eres libre para convertirte en el hombre o la mujer que Dios quiere que seas.
Si tu respuesta a cualquiera de estas preguntas es “sí”, deberías acabar con tu relación:
¿Tu pareja abusa de ti física, emocional, verbal o sexualmente?
¿Te presiona para pecar o se burla de ti por no pecar? (Por ejemplo, te llama “mojigata/o” porque no harás cosas sexuales con él/ella, te hace sentir culpable por no beber/emborracharte, te presiona para que veas una película obscena o pornografía, o te presiona para vivir juntos, etc.)
¿Te sientes utilizada/o como un objeto para su placer?
¿Tienes miedo de discutir problemas difíciles, molestias o frustraciones, por miedo a que él/ella se ponga a la defensiva, te ataque o se niegue a escucharte?
¿Sientes como si estuvieras andando con pies de plomo con lo que dices o haces, por miedo a que tu pareja rompa contigo (de nuevo)?
¿Tienes miedo de mostrar tus debilidades, porque él/ella espera que seas perfecta/o?
¿Tienes esa constante sensación de ansiedad en el estómago cuando están juntos, o cuando te encuentras lejos de tu pareja? ¿Sientes esa ansiedad cuando piensas en casarte con él/ella?
¿Te quedas con él/ella por lujuria, por miedo a estar sola/o, por seguridad o por miedo a no encontrar a nadie más?
¿Estás constantemente confundida/o acerca de la relación? ¿Sigues teniendo dudas sobre si tu pareja es “la indicada” para ti?
¿Sientes alivio cuando él/ella se aleja?
Si tu respuesta a cualquiera de estas preguntas es “no”, deberías reconsiderar su relación:
¿Eres libre de ser tú misma/o (la persona que eres cuando estás con tus mejores amigas o amigos)?
¿Te sientes amada/o tal como eres, incluso con tus debilidades?
¿Te sientes desafiada/o a ser una persona mejor y más santa?
Con tu pareja, ¿te sientes libre para ser como un niño, reír y gozar juntos?
¿Te sientes desafiada/o espiritual, intelectual, emocional y físicamente?
Tu relación, ¿te ayuda a sanar? Su amor, ¿te está ayudando a lidiar con tus problemas del pasado sin que él/ella pretenda ser un “salvador” para ti (pero te indica el verdadero Salvador que te puede sanar)?
¿Estás dispuesta/o a pasar 24 horas al día, 7 días a la semana con él/ella por el resto de tu vida?
Tu pareja, ¿es tu mejor amigo/a?
Bobby y yo vamos a rezar por todos los que lean este blog, para que realmente hagan la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios (Romanos 12: 1-2).
(Usado con el permiso de http://www.jackiefrancois.com)
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Jackie is a full-time traveling speaker, singer/songwriter, and worship leader from Orange County, CA. In 2006, she became an artist with OCP/SpiritandSong.com with whom she has released two albums. She has been involved in youth ministry since she graduated high school, and she now travels the globe speaking to young people about God’s love and leading worship for various events and ministries